DE - LIVERY


Ordenamos pizza. 
Tenía hora y media antes de irme al turno nocturno. 
Me bañé, me vestí, la pizza aun no llegaba. 
Había tiempo, pero me preocupaba salir atrasada. 
Es impredecible la transportación pública, unos días pasan justo, 
otros atrasados, a veces hasta pasan dos a la vez. 
Ya muy nerviosa, decidí irme sin comer. 
Pedí por favor que me guardaran un pedacito en el horno. 
En el camino mi estómago rugía. 
Imaginaba la salsa caliente, 
el queso derretido, 
hasta el olor del humito que sale cuando se abre la tapa de cartón. 
Se detuvo el autobús, el tráfico estaba atascado; un accidente. 
Lo que me faltaba. 
Casi todos los pasajeros nos arrimamos para curiosear por la ventana. 
Allí estaba la moto rota, 
la valla doblada, y partes de un cuerpo desparramado. 
La pizza familiar, mi pizza, hecha puré. 
Salsa, peperonis y queso, mezclados con sangre, músculos y huesos.


RAZONES DE PESO


Tengo un billete roto. El único billete que tengo está roto. Voy a la tienda para comprar pan, queso y fruta, pregunto si lo aceptan roto, si tienen manera de pegarlo. Me dicen que no, que no lo aceptan, que no tienen cómo pegarlo, que puedo comprar cinta adhesiva y hacerlo yo. Pero no puedo gastar el último billete que me queda en comprar cinta adhesiva para arreglarlo, además cómo la compraría si no aceptan el billete roto.

Me voy a mi casa con dos pedazos del mismo billete en la mano. En mi casa tengo una única vela. Es la última vela que me queda. La enciendo con tanta fe, la enciendo para pedirle al cielo, a través del fuego, que cambie el viento a mi favor. Con la vela encendida pido que por favor me llegue dinero, no mucho, lo suficiente. En realidad pido que sea un poco más que lo suficiente, eso sí sería suficiente. Pido también por favor que mientras eso ocurra, no tengamos problemas de electricidad porque no me quedan velas ya.